lunes, 20 de diciembre de 2010

Tu Luz más su Luz

Las cosas habían cambiado y desde que se convirtió en un río zen, en una roca del camino, en un porro con patas, en esa mierda que huele a oveja, a nadie le gustaba ya estar cerca de Gustavo. Llegó al aeropuerto y no había nadie esperándolo en el andén. No los buscó y encogió los hombros con la resignación que arduamente había ganado. El camino en bus por la carretera que lleva al centro de la ciudad pasó rápido y Gustavo, con los ojos cerrados, se resistía a mirar el inevitable paisaje gris que lo recibió con los brazos abiertos al bajar del bus. Entonces abrió los ojos y agradeció los grandes árboles de la Alameda, un cordón verde que recorre la ciudad de este a oeste. Perdió la benigna visión al entrar al metro. Compró el pasaje y no se dio cuenta de las miradas que observaban su cabeza rapada, su toga naranja, su morral blanco como único equipaje. Las banalidades cotidianas estaban lejos, muy lejos. En el metro cerró los ojos otra vez y viajó a través de las Luces para recordar que su tierra madre lo llamaba. Hay guerras que ganar acá, guerras que se ganan con la visión de la eterna sonrisa, del penetrante poder de un hilo de plata de una vertiente. La llamada de la tierra era tan fuerte que su maestro le pidió partir y en el metro, a través de la visión de la compasiva Luz, se volvió a entregar completamente a la misión. Bajó y caminó a su antiguo hogar. Ninguno de los antiguos olores del barrio permanecían, el paisaje cambiado se abría ante él como una contraposición de espejos, de reflejos, en que las figuras afiladas de mujeres y hombres danzaban al ritmo de sonidos mecánicos, metálicos y muertos. La Luz seguía señalando el camino recto como un rayo solar a través de las nubes. El hogar seguía ahí físicamente. Lo miró los ojos compasivos que había adquirido. Las dulces ventanas de su madre, las plantas de las verdes manos de su padre, la pintura envejecida por el tiempo. El Tiempo. Con un dedo dirigido por la Luz hizo sonar el timbre ¿Qué haces tú aquí? La furia de la mirada. La Luz en los labios. Sonrió.

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